Continuamos con las segundas anotaciones desprendidas de la obra de
política comparada que se titula como esta publicación. En el artículo
anterior introdujimos cuales son los cinco aspectos que determinan la
eficiencia de un buen gobierno, aclaramos el mito de que todo gobierno
grande no es necesariamente malo y viceversa, y por último, recordamos
que para el consentimiento popular no lo es todo el suministro y
acompañamiento de recursos materiales. En esta oportunidad, comentamos
los hallazgos a modo de advertencia que se presentan en la dinámica
gubernamental ante la introducción de nuevos programas gubernamentales,
esto a propósito de los cambios ejecutivos recientes.
Nuevos ministros, nuevos programas: Advierte el autor de la obra que cada nueva gestión debe hacer profundos esfuerzos en resultar ser la continuidad de la gestión anterior. De evitar rupturas traumáticas. Claro está, siempre y cuando existan razones para serlo. La eficacia de las gestiones gubernamentales suele encontrarse en mucha mayor medida cuando éstas resultan ser hilos, puentes, continuidades de procesos anteriores, y no cuando son irrupciones genuinas cargadas de voluntarismos. Esto, según del autor, se da porque las nuevas gestiones vienen cargadas de fe y buenas ideas, pero que en su gran mayoría son el resultado solo de eso y no de investigaciones previas, y el Gobierno, como es de saberse, debe ser todo menos un ensayo. Agrega además el estudio de más de 60 dinámicas gubernamentales del siglo XX que el fracaso de los nuevos programas gubernamentales también se explica porque los gobiernos colocan esfuerzos en corregir las fallas de éstos, lo que genera un proceso de error creciente, porque las numerosas consecuencias de los programas tienden a expandirse con mayor rapidez que la del aprendizaje gubernamental para afrontarlas.
Aunado a la generación de confianza, el ejercicio de la autoridad política, la promoción del consenso entre la clase gubernamental, la simplificación organizativa, la rapidez en la movilización de recursos económicos, y la limitación en el ejercicio de las competencias, el gran gobierno requiere que en sus cambios intragubernamentales sus actores coloquen esfuerzos profundos en la continuidad oportuna de sus gestiones.
villachitty@gmail.com
Nuevos ministros, nuevos programas: Advierte el autor de la obra que cada nueva gestión debe hacer profundos esfuerzos en resultar ser la continuidad de la gestión anterior. De evitar rupturas traumáticas. Claro está, siempre y cuando existan razones para serlo. La eficacia de las gestiones gubernamentales suele encontrarse en mucha mayor medida cuando éstas resultan ser hilos, puentes, continuidades de procesos anteriores, y no cuando son irrupciones genuinas cargadas de voluntarismos. Esto, según del autor, se da porque las nuevas gestiones vienen cargadas de fe y buenas ideas, pero que en su gran mayoría son el resultado solo de eso y no de investigaciones previas, y el Gobierno, como es de saberse, debe ser todo menos un ensayo. Agrega además el estudio de más de 60 dinámicas gubernamentales del siglo XX que el fracaso de los nuevos programas gubernamentales también se explica porque los gobiernos colocan esfuerzos en corregir las fallas de éstos, lo que genera un proceso de error creciente, porque las numerosas consecuencias de los programas tienden a expandirse con mayor rapidez que la del aprendizaje gubernamental para afrontarlas.
Aunado a la generación de confianza, el ejercicio de la autoridad política, la promoción del consenso entre la clase gubernamental, la simplificación organizativa, la rapidez en la movilización de recursos económicos, y la limitación en el ejercicio de las competencias, el gran gobierno requiere que en sus cambios intragubernamentales sus actores coloquen esfuerzos profundos en la continuidad oportuna de sus gestiones.
villachitty@gmail.com
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