Por Nelson Villavicencio Chitty
La Unión Europea es el primer
inversor y el segundo socio comercial de América Latina. Esto es no es casual,
su razón de ser ésta en el conocimiento de las perspectivas de crecimiento
económico de América latina en los próximos años y por las disposiciones
estratégicas de recursos energéticos y ambientales que dispone ésta región.
Este interés estratégico de la UE en América Latina se corresponde a su
vez con que éste actor es el primer agente de cooperación internacional en la
región. Durante los últimos 10 años se
han financiado más de 450 proyectos y programas por un importe superior a los 3 mil millones de Euros. Esta legitimidad como primer agente cooperante
no sólo se explica por el status relacional-comercial de la UE con la región,
sino también, por realidades objetivas. Somos una región incomprensible social
y económicamente por si misma como un todo. Nuestros PIB por habitante tiene
variaciones importantes entre un país y otro –Ej. En Nicaragua es de 895$ y en
México es de 7200$-, no obstante, la realidad común es que a pesar de que
tenemos un PIB medio de 4000$ por habitante (2005), seguimos siendo la región
más desigual del mundo. La mitad de la riqueza de América Latina se concentra
en apenas el 10% de la población, en contraposición de los países desarrollados
donde ésta se reparte entre el 30% de la población. Más de 200 millones de
personas viven bajo el umbral de pobreza, y unas 88 millones de personas viven
en extrema pobreza. Esta realidad justifica, junto al interés y rédito
comercial y financiero, que la región constituya un espacio importante para la
cooperación al desarrollo.
Cuando revisamos el plan de cooperación UE-América Latina 2007-2013 (aún
vigente), distinguimos en él que son los temas de: Promoción y fortalecimiento
de los mecanismos de integración en América Latina, especialmente MERCOSUR y
CAN; La cohesión social como política
para reducir la pobreza y la desigualdad; y, la capacitación del capital humano
a través de programas de profesionalización y otorgamiento de Becas, la más
destacada las ALBAN , los programas más importantes en su política de
cooperación hacia América Latina. Nuestra realidad objetiva se ha traducido en
que el agente cooperante UE de importancia estratégica al tema de la cohesión
social, el fortalecimiento del capital humano y la promoción de la integración
regional, como los ejes centrales en su
política de cooperación.
Pero estos temas y la estrategia de cooperación hasta ahora vigente y
establecida mediante programas temáticos, regionales y nacionales, van a ser objeto
de cambios considerables como resultado de los impactos de la crisis económica
en la Unión Europea y la carencia de argumentos válidos frente a algunos nuevos
miembros que disponen de niveles de renta per cápita similares a los de América
Latina.
Con la entrada en vigencia en el año 2009 del Tratado de Lisboa podemos
comenzar a vislumbrar algunos elementos que confirman la aseveración del cambio como agente cooperante de la UE hacia
América Latina. En el Artículo 208 de éste Tratado se señala que el objetivo de
la UE en su rol como cooperante internacional es el de la “reducción, y finalmente, erradicación de la
pobreza”. También se señala que la UE
“Tendrá en cuenta los objetivos que se han acordado en las Naciones
Unidas y otros organismos internacionales”. En éste artículo no hallamos ningún
elemento que justifique algún cambio en la dirección de la política de
cooperación hacia América Latina. Sin embargo, cuando revisamos el Consenso
Europeo para el Desarrollo – El consenso es un acuerdo conjunto del consejo y
los representantes de los Gobiernos de los Estados miembros reunidos en el seno
del Consejo, de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo. Este consenso es el que determina una visión
común que guíe la actuación de la UE en materia de cooperación para el
desarrollo, tanto a nivel de los Estados miembros como de la Comunidad-
encontramos con que se señala que la ayuda oficial para el desarrollo será
prioridad en los “países menos adelantados” – no definen a que se refieren con
países menos adelantados- y a otros países de renta baja. Pero en ese mismo
consenso en su artículo 61 se señala que el “apoyo a los países de renta media
sigue siendo igualmente importante para alcanzar los objetivos de desarrollo
del milenio, ya que muchos países de renta media-baja, se enfrentan al mismo
tipo de dificultades que los de renta baja”.
La principal interpretación que le damos a estas consideraciones que
justifican una posible diferenciación en la dirección de la cooperación hacia
América Latina es que: Los países de renta media seguirán siendo objeto de
ayuda oficial al desarrollo – en menor medida- en el marco casi exclusivo del soporte
al cumplimiento de los objetivos de desarrollo del milenio; Que la
diferenciación en base a cada contexto será clave como aspecto de relevancia en
la identificación de la ayuda oficial para el desarrollo; La profundización de
estrategias bilaterales y focalizadas para la cooperación al desarrollo, lo que
en últimos lugar se traduce en una pérdida de relevancia de América Latina como
contraparte regional.
De cara a la próxima cumbre
UE-AL a celebrarse en Chile este año, el nuevo plan estratégico de cooperación
UE-AL 2013-2020, y, colocando en perspectivas las relaciones de cooperación
UE-AL, es necesario avanzar en: Identificar variables distintas a la de renta
media -que no considera los niveles de desigualdad- al momento de distinguir
los países de ayuda oficial al desarrollo, e introducir estas variables que
evidencien la desigualdad en los documentos de estrategia regional y los
documentos de estrategia de cada país. De lo contrario, seguramente esta
variable podrá ser sujeto de interpretaciones y re configuraciones desde la
CEPAL, y otros organismos internacionales; Avanzar en la socialización de
actores no gubernamentales en la discusión y elaboración de los documentos de
estrategia de cada país; Y, redimensionar la ayuda oficial al desarrollo sin
necesariamente disminuirla, esto se puede hacer dando prioridad en los
programas en zonas estratégicas marginales en los países de renta media.
Pero los esfuerzos no deben ser sólo unidireccionales. Si a América
Latina no le es indiferente este cambio de política de cooperación de la UE,
debe aunar esfuerzos comunes y consensuados en la identificación de áreas
geográficas y temas primordiales para la cooperación UE-AL. Sería de un aporte
invalorable que la región en la próxima cumbre UE-AL pudiera llegar al pleno, previo
consenso y consulta sobre temas claves, con una postura común, sea cual fuere.

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